Nuestro vuelo hacia la isla de pascua sale a las 9.30, los cinco tenemos las tarjetas de embarque desde el día anterior y el aeropuerto es pequeño por lo que decidimos que nos lleven a las 8 de la mañana y así desayunar tranquilamente en el aeropuerto (esta vez no teníamos el desayuno incluido en el hotel).
Llegamos al aeropuerto sobre las 8.20 y preguntamos a unas azafatas, que nos encontramos al entrar, cuál es la puerta de embarque de los vuelos a la Isla de Pascua y nos contestan que no lo saben seguro porque que hay gente que va a un lado y gente que va a otro..... así que preguntamos en información y allí nos dirigen a vuelos nacionales. Al llegar a la persona que revisa las tarjetas de embarque, inicialmente nos dice "adelante", pero tras dos pasos dice.....
El corazón se nos empieza a acelerar, empezamos a correr hacia la otra punta del aeropuerto, preguntando a la gente dónde es exactamente, hasta que encontramos el lugar, después de bajar varios pisos y atravesar diversos pasillos.
Allí encontramos las cabinas de aduanas, donde esperamos nuestro turno, no llevamos ni 5 minutos en la cola cuando nos fijamos que la chica de delante lleva un formulario relleno... lo que nos mosqua un poco, así que le preguntamos y nos dice que en mostradores de LATAM dan los formularios, porque es necesario rellenarlos para poder salir hacia la isla.
Tras el susto, otra carrera pasa subir los pisos que habíamos descendido hasta llegar a mostradores, donde pedimos los formularios y empezamos a rellenarnos más rápido que un mecanógrafo profesional, y a mano!
Volvemos a la cola de aduanas, nos toca el turno, verificación de pasaportes, arco de seguridad... ADELANTE...
Pasamos los cinco y seguimos corriendo por los pasillos hasta encontrar la puerta de embarque y resoplar viendo que "todavía" hay varias personas entrando al avión, LO HEMOS CONSEGUIDO, embarcamos... y nosotros que pensabamos desayunar tranquilamente en el aeropuerto!
Por suerte el vuelo incluye desayuno, así que una vez nos hemos cambiado de camiseta, empapada de sudor con tanta carrera, ya podemos empezar a disfrutar del viaje... hasta que nos damos cuenta que el vecino de asiento tiene super poderes y es capaz de estar las 5 horas de viaje haciendole una seria competencia a los Géiseres del Tatio, expulsando gases a troche y moche, lo que hace que incluso tengamos que pedir a las azafatas un ambientador anti olores porque el tufo se vuelve bastante insoportable.
Finalmente llegamos a la Isla y en el aeropuerto nos espera nuestra casera durante estos días: Celine. Una francesa muy simpática, casada con un lugareño, que nos pone los tradicionales collares de flores y, camino a nuestro alojamiento, nos da una vuelta por el pueblo de Hanga Roa para que nos situemos y sepamos donde están los lugares más interesantes que no nos debemos perder: restaurantes con buena relación calidad-precios, tiendas de recuerdos, etc.
Una de las primeras cosas de las que nos avisa es que tengamos una especial sensibilidad con los nativos de la isla, ya que tienen un carácter especial, y en ocasiones no muy hospitalario.
Ya alojados decidimos ir a pagar la entrada al parque natural que ocupa la mayoría de la Isla. Teniamos entendido que se sacaba en el propio aeropuerto, pero deben haber cambiado las normas, y es en la aldea tradicional de Orongo donde se obtiene tras pagar 80 USD por persona o su equivalente en moneda local.
De modo que conducimos hasta allí, con el coche que nos ha alquilado la propia Celine, y aprovechamos el viaje para observar la espectacular vista desde el mirador al volcán Rano Kau y visitar Orongo, el pueblo tradicional donde las diferentes tribus, que habitaban la isla, realizaban anualmente la competición del hombre pájaro. El objetivo era consiguir el primer huevo del Manutara, pájaro que anidaba en las islas de enfrente, para volver allí después de descender, nadar y escalar el acantilado con él intacto. El ganador se convertía en el hombre pájaro durante un año y era tratado como una divinidad, además la tribu a la que representaba gobernaba la isla durante ese año.
El pueblo de Orongo es uno de los dos lugares que solo se puede visitar una vez con la entrada del parque, válida para 10 días, el otro es el volcán Rano Raraku, es decir, la cantera donde se construian los Moais.
Tras visitar Orongo bajamos a ver un Ahu (plataforma de Moais) que quedaba cercano, pero como cierran a las 17.30, horario de cierre de todos los monumentos visitables en la Isla aunque el anochecer es a las 19h aproximadamente, nos vamos al lugar clásico para ver anocheceres el Ahu Tahai, que al estar cerca de Hanga Roa no se encuentra dentro del parque y por tanto su entrada es libre.
Allí hay una campa bastante grande donde se reunen turistas y locales a contemplar el atardecer con los Moais al borde del mar, un espectaculo imperdible y bastante cercano a nuestro alojamiento.