Arrancamos la mañana dirigiendonos hacia el valle Arcoiris, como siempre las indicaciones son nulas, así que nos bajamos un track de internet y partimos dirección Calama por la carretera hasta encontrar el desvío.
En cuanto abandonamos la carretera principal encontramos muchos animales en el entorno, llamas, guanacos, burros... y tras unos kilómetros llegamos a los Petroglifos Yerbas Buenas.
En la entrada a los petroglifos y como ya es costumbre, nos ponemos a hablar con el paisano que está allí de "conserje" y nos cuenta lo que veremos allí, el sentido del recorrido y cualquier cosa que le preguntemos, ya que está encantado de contarnos tanto como queramos saber.
En cuanto empezamos el recorrido, vemos que las rocas están llenas de petroglifos, algunos grandes y muy vistosos y otros más pequeños y no tan reconocibles, en cualquier caso, puro arte rupestre con más de 10.000 años según algunas fuentes.
Disfrutamos del paseo durante una hora aproximadamente y seguimos hacia el valle arcoiris siguiendo un desvío, que se toma muy cerca de los Petroglifos, pero que por supuesto no está marcado, así que si vas sin indicaciones y sin un track, lo más fácil es perderse.
El valle arcoiris está lleno de montañas de colores verdes, rojos, marrones, blancos, todo con una saturación tan grande, que lo hace brillante.
Allí hacemos una ruta circular para posteriormente adentrarnos desde las montañas hasta una zona encañonada al más puro estilo "Antelope Canyon" en Estados Unidos.
Una vez terminamos nuestro recorrido decidimos volver a comer a San Pedro de Atacama, es 1 hora de camino aproximadamente desde el valle, y nos dará tiempo a descansar un poquito, sentados en un restaurante, para luego continuar con nuestras visitas.
Después de comer, partimos hacia la laguna Céjar, muy cerca de San Pedro y donde es posible bañarse y flotar, ya que Ismael, Macarena y Gonzalo no han podido disfrutar todavía de esa curiosa sensación.
Nada más llegar vemos que la entrada es la más cara que hemos pagado hasta la fecha, 20 eur por persona aproximadamente, estando además muchisimo más lleno de turistas que cualquier otro sitio que hayamos visitado en Atacama.
La verdad es que después de haber estado en Baltinache, la laguna Cejar nos parece totalmente prescindible, el entorno y las lagunas no son ni de lejos tan espectaculares como Baltinache, lo que unido a lo saturadas que están y el precio de la entrada hace que no haya color.
Después de dejar la laguna, seguimos hacia los ojos del Salar, con el objetivo de ver anochecer desde la laguna Tebinquinche, otro salar donde disfrutar de flamencos y colores en la puesta de sol.
Ya de vuelta hacia el pueblo no podemos menos que pararnos de nuevo en los ojos del salar para hacernos unas fotos nocturnas con cielo estrellado.
Volvemos a cenar en el restaurante peruano, que tanto nos gustó, y compramos unas empanadas para comer al día siguiente, ya que nuestro plan es ir por la zona de las lagunas altiplánicas.