No queríamos irnos de Japón sin pasear por el parque conmemorativo de la paz de Hiroshima, dedicado a la memoria de todas las víctimas del primer ataque nuclear. Allí visitamos La cúpula de la bomba atómica que son los restos de un edificio, muy cercano al epicentro de la bomba, conservados exactamente igual que quedaron después de la explosión aquel fatídico 6 de agosto de 1945.
El parque tiene otros muchos monumentos como:
Pero la visita al museo es obligada, a pesar de lo triste que resulta. En el podemos ver, entre otras muchas cosas, un reloj parado a la hora en que detonó la bomba, como quedaron las ropas y diversos utensilios y pertenencias personales de los afectados.
No puedo explicar lo impactante que fue para nosotros presenciar todo ese horror. Espero que seamos capaces, al menos por esta vez, de aprender de la experiencia.
Para relajarnos después de la visita al museo, fuimos a visitar el castillo. El agradable paseo por el jardín y sus alrededores nos levantó el ánimo.
Para finalizar el día nos dirigimos en ferry a la isla de Miyajima donde encontramos, una de las imágenes más representativas de Japón, el tori flotante o puerta de entrada al santurario Itsukushima.
El entorno natural es muy frondoso y hay una ruta, muy recomendable, que sube hasta el mirador del monte Misen. Puedes subir caminando o en teleférico, aunque eso no te libra de un paseo, de unos 30 minutos aproximadamente, con un cierto desnivel. El esfuerzo merece la pena porque las vistas desde lo alto, si el día está despejado, son realmente impresionantes.
Otro de los encantos de la isla son los ciervos que pasen libremente y sin miedo hasta por las calles más concurridas. Este se quería comer mi mapa.