Kyoto es de esos sitios donde podrías pasar unas vacaciones completas sin dejar de maravillarte cada día.
Allí puedes ver templos, caminar por calles ancestrales, andar a paso tranquilo y sin ruido, subir a montañas sagradas, bañarte en aguas termales, disfrutar de cenas tradicionales, ver Geishas (o Maiko), recorrer bosques, meditar en jardines... todo ello en una ciudad que encanta sólo con oir su nombre.
Comenzamos la borrachera de templos visitando el tempo dorado (Kinkaku-ji), seguramente el único lugar de la ciudad que se puede visitar en sólo una hora, ya que es una zona pequeña. Esto hace que se concentren mucho los visitantes, pero la espectacular vista que nos regala bien merece la entrada, en este caso 400 yenes (algo menos de 3 euros).
Otra de las zonas más visitada es Kiyomizu-dera, un área grande donde podemos pasar el día entero, ya que consta de un conjunto de templos y muchas calles adyacentes donde disfrutar paseando o haciendo compras.
En la entrada de cada templo se repite el ritual, si éste es budista hay unos quemadores de incienso donde los visitantes se esparcen el humo del mismo sobre el cuerpo para purificarse.
En los santuarios Sintoistas sin embargo lo que encontraremos es una fuente de purificación donde se sigue el proceso de recoger agua con la mano derecha para verterla sobre la izquierda, se vuelve a hacer intercambiando brazos, y finalmente se lleva a la boca para echar el agua sin tragar en la fuente.
Durante el recorrido por la ciudad es realmente imposible no cruzarse contínuamente con familias enteras vestidas con el Kimono tradicional, es algo elegante y se pasea así.
En Japón el mayor porcentaje de turismo es interno por una abrumadora mayoría, los extranjeros representamos un porcentaje muy pequeño. Es por ello que resulta curioso ver la tradición integrada en la normalidad.
Con objeto de no saturarse haciendo el mismo tipo de actividad durante varios días, resulta ideal ir combinando templos con actividases opuestas, por ejemplo jardines japoneses, donde es interesante sentarse y observar a todo tipo de gente y cómo actúa.
Visitar un bosque mágico de bambú (el bosque de Sagano de Arashiyama), donde seguramente asistas a la sesión de fotos nupciales de alguna pareja.
O subir a un monte donde además de tener unas vistas impresionantes de la ciudad de Kioto, podrás disfrutar de muchas monterías.
Recomendable especialmente es perderse un día completo en el santuario sintoista Fushimi Inari-Taisha, donde hay mil caminos bordeados por más de 10.000 torii en sube-baja que parece no acabar nunca.
Te pillará la noche, caerás rendido, pero la magia de Kyoto te hará recuperar fuerzas entrando en cualquier restaurante de alguna pequeña calle, donde probablemente no sepan una palabra de inglés, pero se desviviran por ayudarte, por enseñarte cada plato, ver si te gusta, ponerte la mejor de sus sonrisas y reírse contigo de la situación. ..
Duerme bien y sueña con Kyoto, todavía te quedan mil cosas por vivir.