Una vez alojados en Safari Explorers Camp, en pleno valle de Luangwa (Zambia), nuestros días comienzan a las 5.30 siendo todavía de noche, un miembro del staff se acerca a la puerta de nuestra cabaña y nos despierta con "Brakfast is reaaaddyyy". Nos vestimos para ir a desayunar unas tostadas y café con leche, salimos de safari a las 6, minutos antes de amanecer.
Durante aproximadamente dos horas y media vamos recorriendo diferentes zonas del parque en los coches, donde el conductor y el guía, sentado a su lado, están muy pendientes del entorno y van determinando por dónde dirigirnos para ver los animales, Mazumba y Josefine saben lo que hacen.
Hacemos una pausa de 25 minutos en alguna zona bonita, y sobre todo segura, donde tomamos un café con pastas que nos sabe a gloria.
Nos volvemos a montar en el coche y continuamos nuestro safari durante otra hora más para llegar a nuestro campamento sobre las 10.30 u 11 de la mañana, con tiempo para ducharnos y tomar una cerveza antes de la comida o simplemente sentarnos a contemplar y escuchar el privilegiado entorno donde nos encontramos.
A las 12.30 tenemos preparado un delicioso almuerzo de buffet y después de comer tenemos un rato de tiempo libre para clasificar fotos, hacer copias de seguridad, dormir...
Sobre las 16 volvemos a salir otras 4 horas de safari, con parada parar para tomar un pequeño tentempié y ver el anochecer africano incluida.
Después de la caída del sol retomamos el safari nocturno, donde se nota la pericia del rastreador Jon distinguiendo especies a la luz del foco.
LLegamos al campamento sobre las 20h para cenar sobre las 20.30 y procurar irnos a dormir lo más pronto posible, al día siguiente volveremos a madrugar.
De esta forma estuvimos disfrutando de los safari en el alojamiento de Ramón Bustamante durante 6 días completos, recorriendo diferentes zonas del parque en busca de los depredadores más preciados.
Pudimos ver muchas especies de animales: jirafas, búfalos, elefantes, águilas pescadoras, puerco espines, hipopótamos, monos, abejarucos carmesí, carracas, cocodrilos, ñús, impalas, pukus, cebras, martines pescadores, buhos, camaleones, pero una de las especies cuyo comportamiento más nos sorprendió fueron las hienas, siempre solas deambulando detrás de otros depredadores para quitarles la presa, por eso las denominamos los "walking dead" de la sabana.
Tuvimos la suerte de en casi todas las salidas ver Leopardos, tanto de día, como de noche, patrullando y marcando su territorio, acechando, intentando cazar... y tan cerca, que los avisos de nuestro guía nos ponían la piel de gallina:
"Que no se mueva nadie"
"Que nadie saque brazos ni piernas fuera del coche"
"Estar en absoluto silencio"
Cuando escuchábamos cualquiera de estas consignas, ya sabíamos que el leopardo estaba "demasiado cerca".
Nuestro primer encuentro con un Leopardo fue en de safari nocturno. Lo vimos entre la maleza en busca de presas, lo seguimos, se esconde, se acerca por una galería a unos impalas, se tumba y espera...
Finalmente los impalas le descubren y abandona el intento.
Cada noche estabamos más asombrados de la habilidad de nuestro rastreador que con su foco nos mostraba muchos animales nocturnos, pero cuando señala un árbol y entre millones de hojas verdes hay una "hoja" con un verde diferente... no podemos dejar de pensar ¿cómo ha podido verlo?
Aquel Leopardo acechando Pukus que es descubierto, se oyen silbidos en 360 grados, te giras y ves Pukus saltando y silbando sin parar.
El leopardo se levanta y se va, necesita la sorpresa.
Pukus e Impalas siguen al leopardo para tenerlo controlado y presionado, este se muestra indiferente y tranquilamente se aleja, pero cuando se da la vuelta a revisar... "patas pa qué os quiero".
Ver todos los días el coche de National Geographic y el de la BBC grabando un documental llenos de cámaras y micrófonos impresiona y te hace sentir que estas en un lugar especial y único.
Su objetivo era la vida de Olimba, una leoparda que pudimos ver en varias ocasiones.
Raro era el día que no nos acercábamos a una zona inundada de moscas Tse-Tsé, ya que era donde más posibilidades había de ver perros salvajes. Nosotros no los pudimos ver, pero recordamos perfectamente la incomodidad de los picotazos de las moscas que creaban una gran paranoia dentro del coche. Los repelentes comprados en España no hacían absolutamente nada, lo único que hacía algún efecto era un bote verde que tenían en el coche, con el que nos rociábamos de pies a cabeza.
A primera vista resulta espectacular ver un cachorro jóven de leoparto (18 meses) con un ojo de cada color, que al observarlo más de cerca resulta ser un ojo herido... Nos contaron que la lesión se debió a su inconsciencia atacando a unos monos, los cuales saben bien cuales son los puntos débiles de sus depredadores.
Costó verlos pero finalmente los encontramos descansando a la orilla del río. Aunque siempre es emocionante encontrarnos con estos felinos, nos parece mucho más interesante ver al leopardo, que pasa mucho tiempo recorriendo su perímetro, se mueve constantemente por lo que es mucho más activo que los leones que pasan la mayor parte del día durmiendo.
Uno de nuestro últimos días los miembros del staff junto con un grupo del pueblo cercano nos prepararon una noche de bailes tradicionales, donde participamos en las representaciones. La experiencia nos encantó, qué manera de mover esos cuerpos!
Una escena de documental: un leopardo tumbado en un árbol descansando, o mejor aún, subiendo una presa que acaba de cazar y dando buena cuenta de ella, puro espectáculo!
No hay como estar en tu cabaña del campamento, empezar a escuchar ruidos de elefantes muy muy enfadados, salir corriendo a ver que pasa y ver un par de machos muy cabreados luchando uno contra el otro en el río, tratando de obligar a la retirada a colmillazo limpio, qué tensión!
Aquel safari nocturno donde vemos que un leopardo se sitúa debajo de un árbol lleno de monos, se sienta y espera su momento. Es ahí cuando los monos lo ven y empiezan a gritar y lanzar cosas desde el árbol, ramas, frutos, etc... una lluvia que nos cae incluso a nosotros, que estamos a pocos metros del leopardo, y se nos ponen los pelos de punta con los chillidos.